Para algunos, la propia civilización parecía estar llegando a su fin en 1781. Para otros, era como la alborada de un nuevo día, cuando hombres y mujeres podrían vivir libremente y con dignidad. Ese año, el movimiento anticolonial más poderoso en la historia del dominio español en las Américas barría el territorio de los Andes del Sur. Para los españoles y la élite colonial así como para los insurgentes indios era un tiempo decisivo, que sólo podía equipararse con la conquista del continente en el siglo dieciséis. Ahora, los líderes indígenas imaginaban una contra-conquista, una “nueva conquista” en sus propias manos; los funcionarios coloniales, de igual modo, veían sus campañas de represión como “una nueva conquista” o “reconquista” del reino. Uno de los dos teatros principales de la violenta guerra civil andina a principios de los años 1780 estaba en La Paz (hoy Bolivia), una región situada alrededor de la orilla sur de la cuenca del lago Titicaca en el corazón de la población indígena aymara-hablante.